Cuento: Una Amiga Especial
Una amiga especial.
Recuerdo como si hubiese sido hoy el día en el cual conocí a Grisel.
En la mañana del 11 de diciembre de 1985 me desperté con mal humor, mis amigas se habían ido de vacaciones y yo tenía que esperar hasta después de Navidad para ir a la costa a la casa de la abuela Cora, además tenía mucho calor y mi hermana, Sofía, de un año y medio, no hacía nada más que llorar. Para colmo de males mi mamá me dio un sermón por no haber ordenado mi habitación como me lo había pedido el día anterior.
Sin dudas estaba en uno de esos días en los que nada sale bien, por eso, para distenderme, después de desayunar me monté en mi bicicleta y me fui al parque.
Una vez que llegué, di unas siete vueltas a la manzana hasta que vi al vendedor de pochoclos y decidí tomarme un “recreo”.
Busqué un lindo árbol para sentarme bajo su sombra a comer y a mirar a los niños jugar.
Una voz muy melodiosa atrajo mi atención. Al principio no sabía de donde provenía, luego me di cuenta que esa persona estaba del otro lado del árbol.
Di la vuelta y ahí estaba ella. Era la niña más hermosa jamás vista.
Sus ojos azules parecían el cielo mismo, sus bucles rubios brillaban como el sol, tenia rasgos finos y delicados. No mediría mas de 1,50 m y su vestido rosa le sentaba estupendamente.
Cuando me vio esbozó una amplia sonrisa que mostraba la extremada blancura de sus dientes. A continuación levantó la mano y me dijo:
-Hola, soy Grisel.
-Hola, yo soy Clara, pero mis amigas me dicen Clarita.
-Mucho gusto Clarita, ¿Cuántos años tenes?
-7, ¿Y vos?
-Yo tengo 8. ¿Te encuentras sola?
-Si, vine a andar en bici y ahora paré para comer pochoclos, ¿querés?
-¡Sí!, Muchas gracias, me encantan los pochoclos.
-A mí también. ¿Y vos estas sola?
-Yo siempre estoy sola.
-¿Por qué?, ¿Dónde está tu familia?.
-No tengo familia.
-¿Y dónde vivís?
-En todos lados y en ninguna parte.
-No comprendo.
-Si querés que seamos amigas podría vivir en tú casa y así las dos nos sentiríamos felices y acompañadas.
-¡Que buena idea!, de seguro mamá y papá no tendrán problema en aceptarte.
Diciendo esto las dos nuevas amigas nos fuimos a jugar por todo el parque.
Cuando llegó la hora de regresar a casa, tuve que hacerle algunas advertencias.
-Mis padres son muy buenos, pero son muy estrictos en temas de limpieza y orden, así que tendrás que ser lo más cuidadosa posible con todas tus cosas.
-Entendido.
-También mi madre tiene una obsesión por hacernos comer a mi hermana Sofía y a mi, los vegetales, cosa que odiamos, pero no nos queda más remedio que obedecer, así que vos también debes comerlos.
-Entendido.
-Y por último no tenes que molestar a los vecinos, papá se pone muy furioso cuando yo lo hago.
-Entendido.
Terminados mis consejos, ambas nos subimos en la bicicleta y partimos hacia casa.
Cuando llegamos, mamá se encontraba en el jardín, ocupándose de sus amadas petuñas y Sofía, muy cerca de ella, observaba todo desde su cochecito.
Con Grisel nos acercamos.
-Mamá, traje una amiga a casa.
Mi madre levantó la mirada y con el ceño fruncido dijo:
-¿Y dónde está?.
Miré hacia mi derecha, luego hacia mi izquierda y comprobé que en efecto mi madre tenía razón, Grisel no estaba.
De repente sentí una risita que provenía de detrás del árbol que teníamos en casa.
Me acerqué y allí la encontré. Se reía de una forma muy contagiosa y yo no pude enojarme con ella, solo la tomé de la mano y le dije:
-No es momento para travesuras.
Nuevamente cerca de mamá, y esta vez asegurándome de que Grisel no se me escaparía, volví a presentársela.
-Ella es mi nueva amiga Grisel.
Mi madre volvió a mirar, frunció el ceño nuevamente, pero luego sonrió diciendo “Oh si, comprendo”.
-Mucho gusto, Grisel.
Las dos se tomaron de las manos, pero Grisel no respondió nada.
Le comuniqué que ella se quedaría a vivir con nosotros, y ahí pude comprobar lo mucho que le simpatizó Grisel a mi madre, puesto que no expresó objeción alguna.
Luego de la presentación la llevé a mi habitación.
Grisel estaba feliz, nunca había visto tantos juguetes juntos. Yo le dije que a partir de ese día serian también de ella. También le comenté que armaríamos una pequeña camita para que durmiéramos juntas, a lo que ella respondió:
-Me parece muy buena la idea, pero quisiera pedirte algo.
-Si, dime.
-Yo estoy acostumbrada a dormir en los árboles, me parecen mucho mejor que las camas.
¿Dormir en los árboles era más cómodo que dormir en una confortable cama?. En verdad mi nueva amiga era muy especial, pero si ese era su gusto, yo no era nadie para contradecirla.
-Deacuerdo, podrás dormir en el árbol que está en el jardín.
Jugamos hasta la hora del almuerzo. Por la costumbre, mamá se olvidó de poner un lugar en la mesa para Grisel, pero reparó su descuido inmediatamente.
Durante toda la tarde jugamos, nos contamos historias, miramos televisión y salimos a pasear en bicicleta.
Yo siempre fui de tener muchas amistades, pero nunca, ninguna, fue como Grisel, con la que más me divertía.
Cuando a la noche, papá regresó del trabajo, le presenté a Grisel. Por un momento se quedó mirando sin saber que contestar, pero mamá le guiñó el ojo y ahí él pareció entender todo y saludó a Grisel muy amablemente.
Después de la cena volvimos a mi habitación y nos quedamos conversando hasta las 22 horas, cuando mamá vino a decir que ya era hora de dormir.
Yo me quedé en mi cama y Grisel fue al árbol. Esto se repitió esa noche y todas las noches que quedaron por compartir.
Al llegar la Navidad Grisel me hizo un regalo hermoso que aún hoy conservo y que es símbolo de nuestra amistad. Se trataba de dos lazos verdes para el cabello, uno para ella y otro para mi. Ninguna de las dos debíamos perderlo nunca, puesto que con él se iría también nuestra amistad y si queríamos que ésta perdurase en el tiempo, tendríamos que ser muy cuidadosas con los lazos. El color verde representa la esperanza y con ese regalo quiso decirme que para ser feliz y lograr todo lo que nos propongamos, nunca debemos perder las esperanzas.
Cuando pasó la Navidad y tuvimos que partir hacia la casa de la abuela Cora, Grisel vino con nosotros.
Fueron días maravillosos. Yo no podía entender por qué mi familia reaccionaba de forma extraña cada vez que le presentaba a Grisel, ni tampoco por qué mis padres guiñaban el ojo cada vez que lo hacía.
En febrero volvimos a casa y días después comenzaron las clases.
Grisel se rehusó a ir al colegio y yo no la obligué. Todas las tardes me esperaba para tomar la merienda, y después de que yo hacía la tarea, jugábamos hasta la hora de dormir.
Los meses pasaron y yo cada vez quería más a mi amiga especial.
Todo era felicidad hasta que llegó esa fría noche de invierno.
Como de costumbre, miramos televisión hasta las 22 horas, afuera hacia mucho frío y llovía. Le propuse dormir en casa, pero se negó respondiendo que todos los estados de la naturaleza le hacían bien, que a ella nunca le pasaría nada. Acepté un poco temerosa y ella se fue dedicándome una de las sonrisas más hermosas y mirándome con esos ojos color cielo que irradiaban paz y seguridad.
A la mañana siguiente me desperté, fui a buscarla y me encontré con el árbol caído por el temporal. Corrí hacia él para ver como se encontraba Grisel. Busqué desesperadamente, pero todo fue inútil, Grisel no apareció, ni ese día ni ningún otro.
Con el paso de los años comprendí las reacciones de mi familia, los guiños de ojos, las caras de sorpresa... ellos nunca habían visto a Grisel, ella solo se mostraba conmigo porque simplemente era producto de mi imaginación, era tan solo una amiga imaginaria que surge en la mente de los niños que se sienten solos. Mi hermana Sofía, que ahora tiene la misma edad que yo tenia cuando conocí a Grisel, también tiene una amiga imaginaria que solo ella puede ver... tal vez sea la misma Grisel, tal vez sea otra. Ni mis padres ni yo le quitamos la ilusión, quizá algún día esa amiga también desaparezca sin dar señales, dejando tan solo en su vida un lazo verde y una esperanza de reencuentro.
*FIN*
Autora: Daniela Andrea Patrone
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